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Libro de otras Oraciones:
AMAOS

Todos buscamos la belleza; ella es el motor del cielo y de la tierra; porque todo tiene un
resplandor de hermosura. La belleza en el corazón humano es el amor. El amor es vida
universal, es la razón de ser de todas las cosas. Si se apagara el fuego del amor, la vida
moriría.

En Dios la vida y el amor son una misma cosa; también en nosotros, el grado de amor
señala el grado de vida; por esto según la sabiduría cristiana, �aquel que no ama ha muerto�
1.’ S. Juan, III, 14.

El amor forma la sustancia y la esencia de la vida cristiana. Ejemplo tenemos en
Jesucristo, nuestro Dios, que nos ha amado hasta morir por nosotros en una cruz. Quitada del
corazón del hombre la influencia divina, desaparece el amor típico, y ocupa en su lugar el amor
de concupiscencia, triste figura del amor que se reduce al egoísmo.

El amor, pues, para vivir ha de extirpar el egoísmo con la humildad. El hombre humilde
es amable, generoso, servicial y se sacrifica por el bien de los demás.

La sinceridad es el verdadero combustible del amor; porque sin ella la vida humana no
tiene valor delante de Dios. El amor de nuestro corazón se ha de derivar del corazón de Jesús,
ha de ser un mismo amor con el suyo, un amor divino, y, por consiguiente, puro, desinteresado,
universal; porque ha de ser un resplandor del amor infinito.

Con la perspicacia que da el amor se descubren en todas las cosas vestigios divinos y
la vida se convierte en ejercicio de amor. Los atletas cristianos han alcanzado todas sus
victorias luchando con esta arma: AMOR.

(De la Pastoral �El amor típico� del Dr. Torras y Bages)

ORACIÓN: Infunde, Señor, en nosotros, el espíritu de caridad, para que a los que
alimentaste con los sacramentos de la Pascua, les concedas por tu bondad vivir unidos entre
sí. Por Jesucristo nuestro Señor.




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Libro de otras Oraciones:
ALMA DE CRISTO

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, purifícame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh buen Jesús! óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Tí.
Del maligno enemigo defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame
y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe
Por los siglos de los siglos. Amén.




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Libro de otras Oraciones:
ALABANZAS A LA SANTA FAZ

Que Jesús sea bendito.
Bendita sea la Santa Faz de Jesús.
Bendita sea la Santa Faz
en la majestad y hermosura de sus rasgos celestiales.
Bendita sea la Santa Faz
en la Transfiguración del Tabor.
Bendita sea la Santa Faz
en el sudor de sangre de su agonía.
Bendita sea la Santa Faz
en las humillaciones de la Pasión.
Bendita sea la Santa Faz
en los dolores de la muerte.
Bendita sea la Santa Faz
en la gloria de la Resurrección.
Bendita sea la Santa Faz
en los esplendores de la luz eterna.




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Libro de otras Oraciones:
ALABANZAS AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo Dios y hombre verdadero.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sagrado Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea María Santísima la excelsa Madre de Dios
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendita sea María Santísima Madre de la Iglesia.
Bendito sea su castísimo esposo San José.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.




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Libro de otras Oraciones:
AL ÁNGEL DE LA GUARDA

En la historia de la salvación vemos como Dios nuestro Señor confió a los Ángeles la
protección de los patriarcas, de todos sus siervos y, aún más, de todo el pueblo escogido. San
Pedro, en la cárcel, fue liberado por su Ángel. Jesús en defensa de los niños, dice que sus
ángeles contemplan siempre el rostro del Padre que está en los cielos. Es una verdad
consoladora lo que nos enseña el Magisterio: que cada uno de nosotros tiene un Ángel de la
Guarda que nos protege constantemente. Es, pues, muy natural que muestres una devoción
muy afectuosa a este compañero celestial que tanto te ama y que no te abandonará en toda tu
vida. Invócale siempre, pues tiene confiada la misión de ayudarte.

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INVOCACIÓN

Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a
ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname siempre (o en este día, o en esta noche, o en
este viaje, etc.).

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ORACIÓN

Oh Dios, que en tu providencia amorosa te has dignado enviar para nuestra custodia a
tus santos ángeles; concédenos, atento a nuestras súplicas, vernos siempre defendidos por su
protección y gozar eternamente de su compañía. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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JACULATORIA

Ángel de la Guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me
dejes solo porque me perdería.

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ORACIÓN AL ÁNGEL DE LA GUARDA PROPIO (Compuesta por san Juan
Berchmans)

Ángel Santo, amado de Dios, que por disposición divina me habéis tomado bajo tu
bienaventurada guarda desde el primer instante de mi vida y jamás dejáis de defenderme,
iluminarme y dirigirme: yo te venero como protector, te amo como custodio, me someto a tu
dirección y me entrego totalmente a vos para que me gobernéis. Por eso te ruego, y por el
amor de Jesucristo te suplico, que cuando yo te sea ingrato y me obstine contra tus
inspiraciones, no queráis por eso abandonarme; antes al contrario, me encaminéis de nuevo si
me hubiera desencaminado, me enseñéis si fuera ignorante, me levantéis si hubiera caído, me
consoléis si estuviera afligido, me sostengáis si estuviera en peligro, y así me conduzcáis al
cielo para poseer la eterna bienaventuranza. Amén.

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Ángel de Dios, bajo cuya custodia me puso el Señor con amorosa piedad, a mi que soy
tu protegido, alúmbrame hoy, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén




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