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Libro de otras Oraciones:
NOVENA DE LAS NUEVE AVEMARÍAS

Una de las más divulgadas devociones marianas, en petición de la salvación eterna a
la hora de la muerte. Figura también, en la que se organiza en Méjico, precediendo a la
Navidad con motivo de las tradicionales “Posadas”.

Se inicia, cada día, con el rezo del acto de contrición, que dice:

�Postrados en vuestra presencia, ¡OH adorable Trinidad!, te bendigo y doy gracias por
el inefable misterio de la Encarnación en el vientre de la más pura de las vírgenes, víctima
propicia de la Divina Justicia por el mundo pecador, he aquí al más ingrato de los pecadores,
que confundido y avergonzado reconoce tu amor infinito y ardentísima caridad, te adora,
bendice y alaba a vos que desde el vientre purísimo de María te entregases a padecimientos,
menosprecios y vejaciones, siendo inocente y aún te fijáis en mí con ojos de misericordia, en
mí, el más indigno de tu perdón, por haber ultrajado vuestra santidad y grandeza a cambio de
los innumerables beneficios que me habéis prodigado. ¡Oh Salvador que a redimirme viniste de
la esclavitud del demonio! Padre que, olvidando mis locuras y extravíos, me busca, me llama y
ofrece a cambio de tanta ingratitud: Amor y bienaventuranza eterna. Pequé y me pesa en el
alma haberte ofendido. Aumentad, Dios mío, mi arrepentimiento y dadme la fuerza eficaz para
odiar el pecado y perseverar en vuestro santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.

Seguidamente se reza el llamado ofrecimiento:

�Os ofrecemos estas nueve avemarías. ¡Oh castísima Virgen y Madre de Dios!, en
memoria de vuestra gloriosa maternidad y por todas las virtudes con que el Altísimo adornó
vuestra alma, te ruego no miréis en mí la miseria e indignidad que me revisten, atended sólo al
honrosísimo título de Madre de Dios, título que, llenándonos de regocijo y consuelo, nos
infunde la esperanza de que en la hora final, olvidándose de nuestras ingratitudes, sólo
recordarás que como Madre del Salvador, quien en su agonía te hizo depositaria de su
misericordia para que la tuvieses con los pecadores, en esa tremenda hora, te pedimos la uséis
con nosotros, acordaos en ella, que suplicantes imploraremos vuestra asistencia, cuya
memoria nos bastará, pues sabemos que nunca quien vuestro auxilio implora será
desamparado y así confío en obtener la gracia de recibir en mi pecho a vuestro Divino Niño
Jesús Sacramentado, gracia que será la señal de mi perdón y prenda segura de la vida eterna.
Amén�.

Inmediatamente después se recita la Letanía de la Santísima Virgen, que se cierra con
la siguiente oración:

�Bajo tu amparo nos acogemos, ¡oh Santa Madre de Dios!; no desprecies nuestras
súplicas en las necesidades; antes líbranos de los peligros, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar as promesas
de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.�

Y a continuación se reza la oración que corresponda, precediendo a las nueve
avemarías

PRIMERA JORNADA

Virgen María!, que, por cumplir el mandato de un soberano de la tierra, obligada te
vises a partir en compañía de vuestro casto esposo José de Nazaret a Belén, atendiendo al
edicto del César, de que se empadronase toda persona residente en su imperio, y decir lugar
de origen para futuros tributos que deberían pagar, por vuestro ejemplo, humilde Reina, te
ruego reaniméis mi fe para que también, sumiso y obediente, pueda cumplir con el mandato de
nuestro Soberano del Cielo. Amén�.

SEGUNDA JORNADA

�¡Oh Virgen Santísima!, así como vos sufriste los rigores de la intemperie llevando en
vuestro vientre virginal al Divino Jesús hecho hombre, yo, alabándote y venerándote, te ruego
me enseñéis a soportar miserias e incomodidades, desprecios y pobrezas, y que mi esperanza
se robustezca para seguir vuestras huellas en las jornadas de la virtud. Amén.

TERCERA JORNADA

�¡Oh Reina de los Ángeles!, comunicad a mi alma, ¡oh Inmaculada Concepción!, la
fortaleza con que soportases las penalidades de vuestra tercera jornada llevando por toda
compañía a vuestro esposo, José, y a los ángeles celestiales que, en coro, cantaban y
bendecían al Hijo de vuestras puras entrañas, para que con vos pueda yo continuar mi
peregrinar en esta tierra. Amén�

CUARTA JORNADA

� ¡Oh Madre mía! Así como vos soportases miseria, vejaciones y desdeñosas
negativas cuando sin desmayar posada implorabas en esta jornada, transmítenos, ¡oh Virgen
Santísima!, esa misma sumisión y humildad vuestra, para que a mi alma no tienten las
vanidades del mundo y que mi corazón sólo dé albergue al amor puro, piadoso y sencillo hacia
vuestra Sagrada Familia. Amén�.

QUINTA JORNADA

�¡Oh, cándida paloma Madre y Reina celestial, que a vuestra llegada a Belén, tras la
búsqueda de alojamiento, presurosa te dispusiste a cumplir el mandato que ahí te llevaba , con
este ejemplo de sumisión que me as, encáuzame en el camino de la obediencia también y
sujétame a la voluntad de vuestro Hijo para que se vigorice mi espíritu y avive el fuego de mi
amor y no dejéis, Madre mía, que vacile mi fe. Amén�.

SEXTA JORNADA

�¡Reina soberana!, que soportases las duras fatigas de tan cruenta jornada de Nazaret
a Belén, de puerta en puerta pidiendo posada, que todos te negaban sin haber encontrado
humilde asilo por fin, ¿por qué no he de soportar yo penalidades de la vida para alcanzar la
gracia de encauzarme por el camino de la virtud y conseguir el mirarte eternamente en la
gloria? Amén�.

SÉPTIMA JORNADA

�¡Rosa mística!, y purísima de aroma celestial que en esta jornada, a falta de albergue,
con abnegación inefable, sumisa aceptases por asilo la solícita oferta de vuestro santo esposo,
que sólo conducirte podía a una gruta, morada y refugio eventual de pastores que ahí, con sus

rebaños, se guarecían contra lluvias e inclemencias del tiempo. Vos que todo esto soportases,
dadme paciencia para soportar amarguras terrenas. Amén�.

OCTAVA JORNADA

�¡Oh Santísima Virgen, oh Reina Inmaculada!, se acerca el feliz momento en que, con
resignación sin igual, daréis a luz al Redentor del mundo, considera que, a pesar del
sufrimiento del ya cercano alumbramiento, aún solícita ayudases a vuestro amante esposo a
limpiar de inmundicias el lugar que ni para bestias era digno, hagáis Virgen Santa que pueda
alcanzar la eterna ventura de ser digno siervo vuestro. Amén�.

NOVENA JORNADA

�Por fin, Madre gloriosa, llegó el ansiado momento en que diste a luz al niño más
hermoso, sabio y apacible, cuya sola presencia el establo embelleció. Casto Patriarca que,
hallándote a sus pies, celebráis en el empíreo con los Hosannas de ángeles, arcángeles y
querubines y en todo el orbe cristiano y con el júbilo de millones de fieles que le adoran y
cantan “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”, y aun
las bestias se acercan lentamente a dar calor con su aliento al desnudo cuerpecito de nuestro
Redentor. Suena la aurora del cristianismo, la luz divina que ensalza al débil y oprimido,
igualando al rico con el mendigo. ¡Oh María!, por este feliz momento en que recibiste el
homenaje de los humildes, te pedimos con la misma humildad que nos ayudéis con la voluntad
de tu Divino Hijo. Amén�.




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